martes, 5 de agosto de 2008

TU NOMBRE

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de es-
cribir que te amo. Trato de decir a oscuras esto. No
quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres
de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de
ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio
de la noche, lo grita mi corazón amordazado. repito tu
nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y es-
toy seguro que habrá de amanecer.
Jaime Sabines.
op. cit. p. 267

VEREMOS

Veremos el cometa Kohoutec estos días. Calculan los as-
trónomos que volverá a ser visto dentro de cincuenta
mil años.
¿Entiendes mi arrebato? ¿No es una dávida generosa,
amada, amiga mía, tu presencia de hoy?

Jaime Sabines.

op. cit. p. 267

ME ENCANTA DIOS

Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma
en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa
la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definiti-
vamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón
y bastante torpe de las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como
Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos
digan que nos portemos bien. Pero eso a él no le preo-
cupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se
traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pe-
queña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso in-
ventó la muerte: para que la vida -no tú ni yo-, la
vida, sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang...
Pero ¿qué importa si el universo se expande intermina-
blemente o se contrae? Esto es un asunto sólo para
agencias de viajes.
A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias
y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas.
Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que
ha hecho-frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias
mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con
sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos
de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el mar, y mueve otra y hace el
bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan
las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y
manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados,
aguas alevosas, castigos y desastres. Pero eso es mentira.
Es la tierra que cambia -se agita y crece- cuando Dios
se aleja.
Dios siempre está de buen humor, por eso es el preferido
de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cer-
cano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y
la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el
aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de
luz, el manantial que soy.
A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga
a Dios.


Jaime Sabines.

op. cit. pp 274-275